La creciente dictadura judicial contra la libertad de expresión en España

La creciente dictadura judicial contra la libertad de expresión en España: Después del indecente tongo judicial de liberar de responsabilidad penal al clan mafioso borbónico y del bochornoso y delictivo trato de favor del Estado hacia el consorte de la “ignoranta” borbona, en el asunto Noos (una maniobra llevada a cabo por la clase política gobernante, el CNI, la fiscalía, los jueces y la Zarzuela), ahora toca volver a regurgitar odio y persecución inquisitorial judicial hacia los ciudadanos de a pie. La siniestra moda de los últimos tiempos en este país es judicializar la libertad de expresión, con consecuencias penales que harían las delicias de cualquier dictadura bananera africana o feudal árabe. Todo ello con la excusa de aplicar una legislación igualmente bananera.

La última astracanada judicial, mediática y política es atacar al autobús de la discordia, el que iba con un lema, dicen que “transfobo”, hablando de penes y vulvas como elementos distintivos (lógicos) de la mayoría de los que habitan el planeta Tierra. Quede clara mi aversión hacia formaciones como la patrocinadora del evento, Hazte Oír, ultraconservadores católicos que andan de cruzada en cruzada contra todo lo que toque un pelo al santo sepulcro católico. Pero una cosa es ridiculizar las campañas integristas de esa formación y otra muy distinta inmovilizar judicialmente un autobús porque resulta más peligroso, al parecer, que un homicida en serie. Hasta un personaje como César Strawberry, cantante de Def con Dos imputado no hace mucho por tuits supuestamente “a favor del terrorismo”, ha hablado sobre el vidrioso tema mostrando su desacuerdo con tan esperpéntica medida. La patulea de la progredumbre podemita “transgénero” se ha echado a degollarle.

Pero es que, al calor de todo este disparate “autobusero”, hay una corriente absolutamente tiránica y fiscalizadora que encabeza el lobby LGBTI y el feminismo fascistoide-dogmático de la “tercera ola” que sólo es explicable por el masivo apoyo institucional, judicial y mediático que recibe. Si no te adhieres férreamente al dogma del transmaricabollismo acabas en el cadalso de la inquisición feminista, gay o tranny. Y no sólo eso, sino que el mercachifle con toga de turno está ojo avizor ante cualquier opinión en contrario para perseguirle por la vía penal. El derecho a disentir no parece ser un rasgo de afinidad entre los totalitarios trans-género. Los medios juegan, en este aspecto, su papel de transmisores de las consignas institucionales en favor del pensamiento único pro-LGBTI o en campañas populistas como la relativa a la “violencia de género” (a cargo de la derechista-amarillista, Antena3). Resulta chocante, por cierto, que una de las abanderadas del colectivo LGBTI sea la otrora represora de manifestaciones “anti-sistema”, como delegada gubernativa, Cristina Cifuentes, conocida defensora del preso terrorista venezolano Leopoldo López, promotor golpista y autor intelectual de 43 asesinatos en su país.

Dicho lo cual, y hablando de “inquisición” en boca de los organizadores del que dicen autobús “transfobo”, convendría señalar de que en el Carnaval de Canarias se suscitó otra falsa polémica con un espectáculo supuestamente “blasfemo” (terminología teocrática sin valor alguno) donde un “drag-queen” parodió al clero crucificándose además de escenificar en tono burlesco a los del capirote procesional semanasantero (plaga nociva que los increyentes y ateos tenemos que soportar en nuestras calles cada año). Esa imagen crítica con la Iglesia de Cristo fue peor que el accidente de aviación de la compañía Spanair, dijo un miserable y crucificable curángano. Espero que los de Hazte Oír no recurran, en este último caso, a la inquisición (los de su idolatrada secta, aquella que quemaba a brujas y herejes en la Edad Media) para hacer lo mismo que dicen están haciendo contra ellos. Aunque el martillo de herejes judicial ya está sopesando dar la razón a los curas y considerar blasfemo o “delito contra los sentimientos religiosos” (pura excrecencia franquista) el tinglado carnavalesco de las Islas.

Los cuchitriles judiciales, manejados sus hilos desde el Estado, ha sido incesantes en los últimos años a la hora de controlar totalitariamente todo aquello que se separe de la corrección política. La “ley Mordaza” o los atrabiliarios “enaltecimiento del terrorismo” y “delitos de odio” se intercalan entre sí. Me da igual que se trate de titiriteros, de Pablo Hasel, de condenados a dos años de cárcel por soltar exabruptos sobre la demagógica “violencia machista” o autobuses retenidos por ir reivindicando la heterosexualidad como única forma de “normalidad”. El Estado tiene especial predilección por perseguir con saña a los de abajo y utiliza la estrategia de tensión a través de tribunales excepcionales (y políticos) como es el caso de la Audiencia Nacional, para enjuiciar y castigar con cárcel…por expresarse con algo tan rocambolesco como es….un “tuit”. Guarda similitudes tenebrosas con la dictadura totalitaria de seguridad que han implementado los globalistas tras las falsas banderas y agresiones imperialistas de las últimas décadas.

Un tribunal, la AN, que condena a un matrimonio a seis años de cárcel por intentar ir a hacer la “yihad” a Siria (sic). Lo han leído bien: un “intento” de viajar hasta un feudo de terroristas financiados y armados por la CIA y la OTAN se equipara casi a un homicidio involuntario (se pena aún más). Una prueba, sin duda, tan cochambrosa como fueron las del 11-m para culpar y condenar de por vida al inocente Jamal Zougam. Que digan quien les iba a facilitar la visa y el soporte logístico a ese matrimonio, que algunos nos lo sabemos de memoria. La farsa de un “yihadismo” que, construido por EEUU e Israel, sigue su curso con sus chivos expiatorios y su indecencia criminal. Da igual que se desbaraten montajes policiales como los de Navidad en Madrid, el comando Dixan e infinidad de conspiraciones gangsteriles de Estado sobre esta “temática” del Gladio B. Las órdenes son precisas: hay que seguir haciendo teatro antiyihadista.

Pero también hay que seguir haciendo teatro inquisitorial contra el ciudadano, aunque suene también a carnavalesco, contra un autobús, contra un rapero, contra un tuit…Hay que entretener a los jueces para que actúen contra la “plebe”, para que secuestren la libertad de que el pueblo diga lo que ellos no quieren escuchar, porque muchos no quieren ser marionetas siniestras y cómplices de lo políticamente correcto...
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