Sangre, discursos y pasión
Sangre, discursos y pasión: NUNCA en Uruguay se dio una movilización tan intensa por una causa internacional como la que desencadenó la Guerra Civil Española (1936-1939). Fueron tres años en que "vivimos más en España que aquí, con el corazón, en realidad, todo lo demás había desaparecido", confesaría la ensayista libertaria Luce Fabbri sobre ese período de actos solidarios y campañas de ayuda, recolección de fondos, ropas y alimentos, manifiestos, declaraciones públicas y textos de prosa encendida. A favor de la República, pero también pro franquistas. "Toda la izquierda y los sectores democráticos de los partidos tradicionales vibraron en la defensa de la República Española" escribiría Mario Dotta. "Nunca hubo hasta ese momento un mayor espectro político militante en pro de la defensa de un país extranjero". España pasó de ser la "desnaturalizada madrastra de la historia" (Bolívar) a "Madre de América y del mundo entero" (Paulina Medeiros), "madre inmortal en su agonía" (Natalio Abel), y "Madre abandonada" (Luisa Luisi).


Con rigor y exhaustividad, Niall Binns —profesor titular de literatura hispanoamericana en la Universidad Complutense de Madrid y director del proyecto de investigación "El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica", patrocinado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España— ha recopilado en el libro Uruguay y la guerra civil española. La voz de los intelectuales (Calambur, 2016, aún sin distribución en Uruguay) discursos, artículos, poemas, panfletos, manifiestos y testimonios de más de cien escritores y artistas uruguayos, junto a crónicas de guerra enviadas desde el frente por corresponsales o testigos presenciales, de uno y otro bando.

TERRA Y LOS FRANQUISTAS.

Alberto Etchepare, corresponsal de guerra, escribió estremecedoras crónicas recopiladas en Don Quijote fusilado (AIAPE, 1940) con prólogo del socialista Emilio Frugoni. Su crónica "Una mujer muerta en el Frente español" narra la suerte de una ex prostituta que abandona el oficio para hacerse miliciana, que "agarró una pistola y corrió con el pueblo a las barricadas de la libertad. Que era 'su' libertad". Otros cronistas podían pasar de un izquierdismo inicial a un complaciente franquismo, como ocurrió con Arturo Carlos Masanés, o con Joaquín Martínez Arboleya ("Santicaten"), testigo presencial de la ejecución de José Antonio Primo de Rivera. El escritor Horacio Maldonado también publicó diez crónicas sobre su viaje en el diario La Mañana resaltando los asesinatos, "saqueos horribles" y "vejaciones sin nombre" que había presenciado en Madrid y Barcelona, bajo control republicano. Por el contrario José Capelán en el semanario socialista El Sol destacaba la normalidad de la vida madrileña en el centro del conflicto.

Son un centenar los testimonios sobre "la primera guerra mediática de la historia", reunidos en 700 páginas, y ordenados alfabéticamente. Están Enrique Amorim (confiesa que desde la muerte de Antonio Machado "lo leo con miedo"), Arturo Ardao, Juan Carlos Onetti ("corroído por un infernal e innato escepticismo"), Carlos Quijano, Julio J. Casal, Fernán Silva Valdés y el pintor Joaquín Torres García, entre otros. La extensa documentación recopilada está precedida de una introducción de setenta páginas que se titula "La guerra civil española en Uruguay: un frente de batalla en la lejana retaguardia" donde Binns analiza la situación política uruguaya cuando estalla el conflicto. A diferencia de México, cuyo gobierno mantuvo hacia la República una solidaridad inamovible, Uruguay está desde el 31 de marzo de 1933 bajo la dictadura de Gabriel Terra, cuyo gobierno rompió relaciones diplomáticas con la República el 22 de septiembre de 1936, apenas iniciada la sublevación franquista (18 de julio del mismo año). El diario El Pueblo (publicación oficial del gobierno) publicaba las crónicas del "alzamiento" firmadas por el popular periodista deportivo "Wing".

MOVILIZACIÓN NACIONAL.

La "guerra incivil" como la calificara Unamuno dividió a los partidos políticos y a la prensa uruguaya. Binns recopila editoriales, artículos y declaraciones políticas, textos de la revista AIAPE (Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores), de los diarios Acción, Audacia (órgano de prensa de Acción Nacional, fascista), Banderín (periódico "sobrepujado por la inquietud de corazones jóvenes" dirigido por el poeta Líber Falco), El Debate (simpatizante de la Italia de Mussolini donde viajó su director Luis Alberto de Herrera), El Bien Público (católico), El Diario, El Plata, El Pueblo, El Sol (órgano del Partido Socialista), Justicia (órgano del Partido Comunista), La Mañana y La Tribuna Popular, para la que "Hitler era el modelo". A partir de julio de 1937 surgieron otras publicaciones tanto a favor de la República como de los insurrectos.

El diario El Día, más que ningún otro, realizó una extensa cobertura a través de agencias de prensa internacionales como United Press, corresponsales europeos y estadounidenses, columnas de intelectuales reconocidos y derechos para reproducir artículos de diarios extranjeros como Le Soir y Le Temps de Bruselas, El Heraldo de Madrid y La Vanguardia de Barcelona.

Los llamados a la conciencia se multiplicaban, como los de Edmundo Castillo afirmando que "permanecer impasibles frente al crimen es alentarlo" y su lacerante pregunta: "¿No tenemos nada que ver, no tenemos nada que hacer en esa tragedia horrenda?". Juana de Ibarbourou recomendaba "mezclarse con la tempestad" pues "ha llegado la época —España nos da un ejemplo de ello— en que los contempladores están también entre las víctimas sin que su pasivo sacrificio sirva siquiera para desviar una bayoneta del pecho de un hermano".

Con la República se alinearon los batllistas seguidores de José Batlle y Ordóñez, fallecido en 1929, agrupados en el diario El Día (clausurado en varias ocasiones por la dictadura de Terra), el principismo batllista de la agrupación "Avanzar" dirigido por Héctor Grauert, un sector del Partido Nacional agrupado en el diario El País, el Partido Socialista liderado por Emilio Frugoni y su semanario El Sol, el Partido Comunista con Justicia, y los sindicatos, sin cejar en su defensa aún después de la derrota final en abril de 1939. La causa española fue interpartidaria y cruzó líneas ideológicas muy diversas. Personalidades del Partido Nacional como Guillermo García Moyano destacaron la figura rebelde y "plebeya" de Goya en "esta hora en que el pueblo de España, en lucha jamás vista, se rebela contra la reacción fascista y antipopular" ("Goya con el puño en alto").

Es importante el destaque que hace Niall Binns de mujeres militantes como Luisa Luisi y su "activismo vertiginoso", Isabel Pinto de Vidal, Laura Cortinas, Julia Arévalo (la "Pasionaria uruguaya"), Blanca Luz Brum (activa en "las barricadas de la prensa"), Rosita Dubinsky, Paulina Medeiros y Paulina Luisi, cuyo activismo en defensa de la República, la libertad, el derecho de voto de la mujer, los Derechos del Hombre y la democracia fueron ejemplares. Clotilde Luisi —la tercera de las hermanas Luisi, tan importante como las otras pero menos recordada— supo destacar, más allá del concepto de "raza" en boga, la importancia de la lengua castellana en la forja de la "amalgama americana", porque "el idioma, más que la sangre, modela el pensamiento". Se trataba de "rendir homenaje a España" celebrando su idioma. Esta militancia continuaría toda la guerra. Hacia el final, Paulina Luisi se preguntaba con acento estremecido y visceral: "¿Dónde estáis todos ahora, que nunca más supe de vosotros…? Ya no hay hogar, ni casita, ni un miserable papel que me diga por lo menos dónde estáis… Solo el silencio, la ignorancia, la separación completa… ¡Algo así como la muerte!"

Otras expresiones resultaron más curiosas. Por ejemplo Adolfo Montiel Ballesteros exclamando "¡Dios ha resultado rojo!", hecho que comprueba tras "prolijas investigaciones" para concluir que el "Señor Dios es leal y, por consiguiente, rojo". El ser supremo tira un "fosforito y el avión del general Sanjurjo estalla", en referencia al general sublevado que moriría antes de liderar el levantamiento en un accidente de avión; da una paliza a las "camisas negras" de Mussolini en Guadalajara, y pone en el trayecto del aeroplano de Mola, otro general insurrecto, "una montaña para romperle la crisma". O ayuda a poner una bomba para volar el acorazado España. "Vaya", exclama, "es un tío con toda la barba" que "se da su lugar y se respeta". En resumen, se lo puede llamar "¡Compañero Dios!"

Al poder de la palabra se sumó la ayuda material para la República: recolección de fondos, alimentos, sobre todo carne en conserva, ropa y zapatos, joyas y medicamentos, muchas de ellas canalizadas a través de la Cruz Roja.

EL ASESINATO DE LORCA.

La noticia del fusilamiento del poeta Federico García Lorca generó una gran conmoción. El poeta había visitado Uruguay dos años y medio antes (enero 1934), había generado múltiples afectos y ejercido una notable influencia poética. No hubo intelectual que no manifestara su repudio al crimen, y el homenaje celebrado el 28 de noviembre de 1936 en el Ateneo de Montevideo concentró a las principales figuras de la intelectualidad nacional. Dos publicaciones reunieron los testimonios poéticos que suscitó "el crimen de Granada": Poeta fusilado. Homenaje lírico a Federico García Lorca (con treinta poemas de autores que habían conocido al poeta) y Cancionero de la guerra civil española (con selección y prólogo de Ildefonso Pereda Valdés que escribió "Volvemos a nuestra Madre España por la poesía y el fuego"). En estas antologías figuran nombres como Pedro Leandro Ipuche, Alfonso Llambías de Acevedo, Juvenal Ortiz Saralegui, Emilio Oribe o Jules Supervielle, entre otros.

Enrique Amorim, conmovido, publicó en la revista Banderín un texto en el que pedía "A dejar en paz a los muertos, pues que los vivos dan mucho, pero mucho que hacer"; José Mora Guarnido acusó a "los señoritos de Granada" de la muerte del poeta. Destacó también Emilio Frugoni, fundador del Partido Socialista y activo combatiente contra la dictadura de Terra, autor de un poema leído por Zum Felde "entre grandes aplausos" en noviembre de 1936, que dice: "Aquí me tienes, García Lorca,/ con mi verso como un puñal,/ con mi canción como una horca/ de la que pende un general".

OTRAS POLÉMICAS

Gregorio Marañón, reconocido endocrinólogo, científico, historiador e intelectual español, llegó al Uruguay en abril de 1937. La visita fue promovida por ministros del gobierno de Gabriel Terra y provocó un fuego cruzado de opiniones entre firmas favorables y críticas, reflejadas en la prensa, donde faltaron matices. El debate fue altamente maniqueo. José Aguerre, desde el diario católico El Bien Público, defendió las cualidades científicas del visitante; Juan Antonio Collazo, prestigioso médico uruguayo, y Alejandro Gallinal Heber lo acompañarían en su visita y en la inauguración del Instituto de Endocrinología de Montevideo; el biólogo Clemente Estable destacó su condición de científico pionero; Eugenio Petit Muñoz lo acusó de colaborar con el dictador Terra; Martha Costa de Carril afirmó en El Pueblo: "El doctor Marañón es un hombre de paz que viene perseguido por la guerra civil, la más cruel anomalía humana. Él ha creído en un ideal, y sin ser político, ha luchado por él, sin odios ni rencores." Curiosa resulta la "Milonga para Gregorio Marañón" escrita por el poeta Fernán Silva Valdés donde el "canto del pueblo" se inclina ante el sabio que "se va pronto/ ignoramos hasta cuándo".

El paso por Montevideo de Indalecio Prieto, ex ministro socialista español, concentró el 18 de enero de 1939 cerca ya el fin de la guerra a más de sesenta mil personas en un acto multitudinario en el Estadio Centenario. El diario El País reprodujo su discurso y hasta el diario El Plata, favorable al bando franquista, reconoció que "si la República hubiera tenido muchos hombres del sentido político de Prieto, el drama español se habría podido evitar". Otras visitas de la España franquista como la de Manuel García Morente, María de Maeztu y Eugenio Montes fueron saludadas por la prensa afín al "alzamiento nacional" como el diario El Debate, El Plata, El Diario, o La Mañana, que había festejado la inauguración de la sede de la Falange española en Montevideo.

LÚCIDOS TESTIGOS.

La izquierda española estaba muy dividida (anarquistas, comunistas, radicales del POUM, PSOE). Una crónica del científico Juan Antonio Collazos, que había trabajado con Marañón en el Instituto de Patología Médica, recuerda su paso por Alicante y el encuentro con un anarquista de la FAI que le manifestó su radical militancia contra los "rusos", que "no se escaparán vivos para su tierra, ni tampoco los comunistas de aquí que les secundan en los incendios, crímenes y saqueos de los pueblos."

Otros escritores también se hicieron sentir. Carlos Martínez Moreno, representante de la generación del 45 en años posteriores, escribió el relato "El niño que prepara su muerte", publicado en la revista AIAPE en 1938. Paulina Medeiros lo hizo con la novela Los que llegaron después (1940), apenas terminada la guerra.

En medio de las polémicas no faltaron los intelectuales que entrevieron los problemas que el conflicto apenas disimulaba. Luce Fabbri señalaba en septiembre de 1937, con prematura lucidez: "la progresiva convergencia entre el bolchevismo y el fascismo", fenómeno que se iría acentuando "a medida que se consolida en Rusia el Estado autocrático", postura que comparte Alberto Zum Felde cuando considera que "el panorama político, ya no se dividía entre izquierdas y derechas, sino entre dos formas de gobierno que empleaban las mismas tácticas de dictadura. Es decir, el comunismo y el fascismo". Laura Cortinas, en una entrevista publicada en El País, declaró que "España era el único baluarte contra el que se estrellan las armas de los ambiciosos dictadores europeos". Hasta Joaquín Martínez Arboleya ("Santicaten"), autor de Por qué luché contra los rojos y ferviente anticomunista, pronosticó: "la guerra civil española no era tal guerra civil; era el preanuncio de la guerra total que arrasaría con todos los derechos que el hombre creyó conquistar en su lucha centenaria por una vida mejor".

Por su parte, Carlos Quijano en Acción prevé en el apoyo de Alemania e Italia a la insurrección franquista el anuncio del inexorable conflicto mundial que se avecinaba. Es interesante también el cambio de posición de Carlos Real de Azúa, inicialmente seducido por el ideario falangista, y su honesta reconversión como lúcido y emblemático ensayista del Uruguay contemporáneo tras un viaje a la España franquista en 1942, reflejada en su libro España de cerca y de lejos. Su sincero cambio fue elogiado por su exégeta, el escritor Carlos Martínez Moreno. La posición de los católicos a favor de la República, apoyada por filósofos como Jacques Maritain y escritores como François Mauriac y George Bernanos, la encarnó en Uruguay Carlos María Britos Huertas en las páginas del diario El Bien Público.

Uruguay y la guerra civil española. La voz de los intelectuales es una invalorable contribución al conocimiento de un conflicto vivido en Uruguay como si hubiera sido propio...