TRANSICIÓN Y MEMORIA HISTORICA. MIKEL TORAL
 TRANSICIÓN Y MEMORIA HISTORICA. MIKEL TORAL

Fuente: https://latransicion1973a1982.wordpress.com/:





enero-1977-sestao-funeral-por-juan-manuel-iglesias1b














Muchas veces me he preguntado por qué durante la Transición no se abordaron los asuntos de la llamada memoria histórica. ¿Por qué el advenimiento de la democracia en 1977 no exigió la reparación de las víctimas del franquismo, desde las primeras de la feroz represión de postguerra hasta las de los últimos coletazos del régimen?

¿Por qué no se exigió el castigo a los culpables de tanta represión a lo largo de cuarenta años? ¿Por qué han pasado más de treinta años para que un gobierno se atreviese a promulgar una ley de Memoria histórica?

¿Qué pasó durante los primeros años de la democracia para no pedir cuentas a la precedente dictadura? ¿Hubo un “pacto de olvido”, como dicen algunos?

Digámoslo con toda crudeza: en 1977 no estábamos para desenterrar fosas, sino para recuperar y luego retener la incipiente y frágil democracia.



No quiere decir esto que se nos había olvidado de repente la represión franquista y sus responsables. En absoluto. Pero si asumimos que la ruptura no fue posible entonces, tendremos que aceptar que en ese momento tampoco había fuerzas para revisar el pasado.

La aceptación de la reforma suponía la del paquete completo: en el mismo lote aceptamos la bandera, la monarquía, algunos privilegios de la Iglesia católica, el statu quo de los enriquecidos y favorecidos por el franquismo, y otras cosas más.

Aceptábamos la reforma como punto de partida para ir minando los privilegios y desigualdades heredadas. Porque, aunque lo intentamos hasta el último momento, lo de la ruptura con un “Gobierno provisional democrático y elecciones totalmente libres”, convocando consecutivas “huelgas generales políticas”, muy pocos lo secundaron.

¿Qué podíamos hacer?

No recuerdo que entre las numerosas consignas que habitualmente se coreaban estuviese ninguna en relación a las víctimas del franquismo. Lo más cercano a esto era la reivindicación de la amnistía o la de “disolución de los cuerpos represivos”.

Y la petición de amnistía tenía más que ver con el olvido que con la reparación. Amnistía para sacar a los presos políticos de las cárceles, borrar sus antecedentes penales y poder construir una democracia en paz.

No recuerdo a nadie hablar tan siquiera de indemnizaciones en ese momento (luego sí): aspirábamos a recuperar la libertad y a vivir en paz.

La verdad es que no estaba en nuestras jóvenes mentes revolucionarias que la amnistía iba a servir también para librar a los carceleros, torturadores y represores del franquismo. Pero así ocurrió. La ley de amnistía equiparaba a represores y reprimidos. Era una ley de borrón y cuenta nueva.

¿Cabía otra opción?

En España no pasó nada distinto de lo ocurrido en otros países después del final de sus respectivas dictaduras.

Ni en Argentina (Ernesto Sábato), ni en Sudáfrica (Desmond Tutu), a pesar de sus “Comisiones de la verdad”, hubo unos juicios parecidos a los de Nurenberg, en los que tampoco se juzgaron a todos los colaboradores del nazismo.

En Argentina hubo que esperar a diciembre de 2007 para que se dictase en Buenos Aires la primera sentencia contra militares. En Sudáfrica, en 1990, Nelson Mandela, jefe del Congreso Nacional Africano (ANC), fue liberado después de 27 años de estar en prisión. Después de su liberación comenzó el proceso de negociación entre el ANC y el Partido Nacional (NP), que estuvo en el poder de 1948 a 1994. El NP se declaró fuertemente a favor de una amnistía general, mientras que numerosos miembros del ANC de Mandela insistían en llevar a los funcionarios blancos a juicio con reglas similares a las de los procesos de Núremberg. Ni lo uno ni lo otro. Tan solo se creó la Comisión para la verdad y la reconciliación presidida por Desmond Tutu, con sus luces y sus sombras.

En la España de 1977 cuando las elecciones las ganaba la derecha de la UCD dos veces seguidas teníamos las fuerzas justas para abrir y luego ensanchar el cauce de la democracia, no para revolver el pasado.

Hubo que esperar al año 2008 para que en España se promulgase la primera ley de memoria histórica.Eso no quiere decir que las atrocidades de la dictadura habían quedado en el olvido. Por supuesto, los crímenes del franquismo estaban en nuestra memoria, pero en 1977 no parecía que era el momento de saldar las cuentas con el pasado, por muy doloroso que hubiera sido. Era prioritario ganar el presente para conquistar el futuro.

Porque era obligatorio e inteligente mirar al futuro y soñar con vivir en un mundo más justo y en libertad.

Pero una cosa es no haber tenido las fuerzas suficientes para la ruptura con el pasado y otra es el olvido o, lo que es peor aún, la revisión interesada de la historia a través de la memoria manipulada.

Por eso hemos publicado el libro “La calle es nuestra”, como testimonio de la transición en Euskadi, para que no nos roben la historia, nuestra historia, ni tirios ni troyanos.

Del mismo modo que algunos revisan la historia del franquismo edulcorándola e igualando a los dos bandos para intentar echar paladas de olvido sobre sus innegables atrocidades, otros lo están haciendo con la reciente historia de Euskadi.

Todos tratan de reescribir la historia para nublar la memoria incluso de los que la han vivido y sufrido.

La lucha de la gente en la calle es importante, sin duda, pero tanto o más, como ya nos enseñaron, es la lucha de las ideas. Es la lucha por el relato, este libro da cuenta de lo que ocurrió a través de unas magníficas fotos del archivo de Mikel Alonso, de los certeros textos de Gaizka Fernández Soldevilla y de los complementarios de Antonio rivera y Santiago Burutxaga.

Ahora sí, no hay excusa, es necesaria la reparación y memoria con todas las víctimas, las del franquismo y las de nuestra historia mas reciente.

MIKEL TORAL






Conjuntos originales:
53d79ae65eb53350ea7c222f289a2bfd?s=96&d=identicon&r=G