Por una Ley de Víctimas
Sobran razones, pero hay que crear las condiciones políticas que permitan la aprobación de una Ley de Víctimas de la guerra, la dictadura y del régimen de la monarquía
Con la Carta de Vicálvaro y el acuerdo de las organizaciones de víctimas del franquismo y de la Memoria Histórica realizado en este barrio de Madrid, se pudo poner negro sobre blanco, buena parte de las reivindicaciones históricas de dicho movimiento. En Vicalvaro se puso en pie una referencia política y social común para un movimiento muy atomizado y disperso, pero en ese momento no se resolvieron los medios que permitan promover la verdad, la justicia y la reparación, como se propone ahora con una proposición de ley.

La referencia histórica es obligatoria: después de 80 años del golpe e inicio de la guerra se mantiene la más absoluta impunidad. Con la firma en 1953 del Concordato con el Vaticano y de los Acuerdos de Defensa y Económicos con Estados Unidos, el régimen acabó de ganar la guerra. La ONU le da la entrada de la mano de los EEUU, con la posterior incorporación al FMI y a la antigua organización del comercio OECE. Desde 1947, se había establecido que el régimen de la dictadura, el Nuevo Estado, se instituía como Reino para que se asegurase el continuismo político e institucional después de Franco. Se trataba así de que los fundamentos del régimen sobreviviesen al personaje que lo encarnaba.

En 1957, la crisis de la dictadura se reordena sobre el programa propuesto por Carrero, que vino a reforzar el papel de la Presidencia del Gobierno y de los ministerios económicos en torno a las sectas vaticanistas, con el desplazamiento a ministerios secundarios de los falangistas de Arrese. En 1959, el abrazo de los generales Eisenhower y Franco en Barajas escenificaba la plena incorporación del franquismo al bloque de las “democracias” Occidentales y la consiguiente aceptación internacional de la impunidad; es decir, de la falta de castigo por los delitos criminales cometidos en la guerra y la dictadura, lo que permitía así mismo la prolongación de las medidas represivas y criminales de la dictadura contra el movimiento obrero en reconstrucción, y contra los pueblos por sus derechos nacionales.

En 1969, se proclamó abiertamente la disposición de Juan Carlos de suceder a Franco y aceptar el “marco legal vigente”, como última fase de la institucionalización del régimen en base a la impunidad. Su hijo hizo lo mismo a la hora del traspaso de poderes. Ya lo decía Francisco de Quevedo: “Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor”.

Las leyes de Amnistía de 1977 y la de Memoria de 2007, en momentos políticos distintos, ambas fueron consensuadas de espaldas a las víctimas, y contra las aspiraciones de democracia y justicia. Condensan el reconocimiento jurídico de la impunidad franquista que se mantiene hasta nuestros días, desconociendo oficialmente el derecho internacional surgido en Núremberg, y las mismas demandas de la ONU.

Los crímenes del franquismo se han prologado, en condiciones distintas, con el régimen de la Monarquía y nuevos miles de víctimas, lo cual es un hecho indiscutible.

La evidencia de la actualidad política es que el olvido y la impunidad que se mantiene en las instituciones y leyes no es un accidente; es por contra la cuestión de cuestiones del continuismo político del régimen. Cuestión que no se resuelve por el hecho de que sin ser mayoría en las Cortes Generales el PP -el partido de las familias franquistas-, la oposición no quiere promover ningún cambio político importante que le enfrente a los herederos de Franco. Pero la lucha contra la impunidad es una exigencia política de democracia y justicia que viniendo de abajo atenta contra el mismo continuismo de leyes e instituciones largamente afincadas, nacional e internacionalmente, contra todo derecho.

Una ley de víctimas del franquismo a presentar a las Cortes Generales, como la que proponen algunas de las asociaciones y colectivos de víctimas, para que se ponga término al olvido y a la impunidad, es un verdadero reto a toda la política oficial. Pero no debemos olvidar que la representación política de la oposición al PP está profundamente dividida sobre la cuestión.

Como ejemplo de lo que decimos, las Comunidades Autónomas dirigidas por la oposición vienen legislando desde hace ya ocho años y hasta el día de hoy, sobre el tema; y no han hecho más que levantar más y más alto el muro de la impunidad.

Un próximo Encuentro Estatal de Colectivos de Memoria Histórica y de Víctimas del Franquismo, preparado sobre esta cuestión central, debe examinar y reconocer esta situación que se concentra en la siguiente contradicción: Sobran razones históricas, políticas y jurídicas democráticas para demandar a las Cortes Generales y a los partidos en ellas representadas una Ley de Víctimas en ruptura con la Impunidad del Régimen. Pero hay que reconocer que esa demanda no está suficientemente debatida en el movimiento memorialista y se necesita establecer las bases de la unidad del conjunto del movimiento y la consiguiente movilización sobre esta cuestión tan principal.

Hemos de reconocer que desde el disperso movimiento memorialista no se ha llevado aún a cabo una campaña general dirigida a todas las expresiones sociales, políticas y sindicales para ponerlas de acuerdo sobre esta exigencia. No es suficiente con tener razón moral, histórica y jurídica; es imprescindible convencer a la mayoría; porque solo un amplio movimiento político puede realizar dicha aspiración.  En una frase: nos sobran razones, pero nos faltan condiciones.

Por ello hay que preparar un nuevo Encuentro en los próximos meses, para entre todos poder generar un movimiento social y político que logre la unidad de la oposición política a las familias franquistas en Cortes. Es la condición imprescindible para comenzar a acabar con la impunidad. Lo cual exige que en todas partes, ayuntamientos, sindicatos, partidos…, se empiece a promover pronunciamientos que permitan poner a la mayoría en verdadera posición de condena al franquismo como régimen criminal, con el reconocimiento político y jurídico de las víctimas.

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