Los alemanes en guerra ( 1939-1945)

Por Iñaki Urdanibia

« No digo que cada alemán, pero que cada ministerio, cada elemento organizado de la sociedad alemana, por muy pacífico que pudiera parecer, tuvo su papel […]. Cuanto más investigo, allá por donde miro, cualquier organización tenía su papel. No había solamente una agencia dedicada exclusivamente al exterminio »

                                                         ( Raoul Hilberg )

Mucha tinta ha corrido, y lo que te rondaré , sobre la segunda guerra mundial, exponiendo diferentes interpretaciones no tanto de los hechos bélicos, sino sobre los motivos, la mayor o menor implicación del pueblo alemán…En este último orden de cosas ha sido bastante habitual mantener un par de afirmaciones que no parece que sean plausibles a la hora de explicar la aptitud de los ciudadanos del III Reich: el común de los mortales, germanos, no se enteraban de lo que pasaba -no tanto en los campos de batalla, sino en los campos de la muerte puestos en marcha por las autoridades nacionalsocialistas- , y/ o fueron engañados; cuando alguien ha rechazado esto último – como fue el caso de Gilles Deleuze et Félix Guattari diciendo que el pueblo alemán había querido aquello, debido a las pasiones originadas por los humillación del tratado de Versalles, y la consiguiente búsqueda de cabeza de turcos, como responsables de su situación- el clamoroso grito es puesto en el cielo. No es cuestión, tampoco, de declarar que todo el pueblo alemán formó parte del conjunto de los “verdugos voluntarios de Hitler” como dijo Daniel Golhagen ante las descalificaciones de historiadores de la talla de Christopher Browning o Raul Hiberg, que atacaron su sensacionalismo y sus simplificaciones sin cuento..

Pues bien, a pesar de la enorme cantidad de libros e interpretaciones que sobre la segunda guerra se han ido acumulando, un agujero (¿negro?) ha permanecido abierto e inatendido : « aún no sabemos cuál era la causa por la que los alemanes creían luchar, o cómo se las arreglaron para prolongar su guerra hasta su amargo final. Este libro narra cómo el pueblo alemán experimentó y apoyó esta guerra»; quien esto afirma es Nicholas Stargardt- catedrático de Historia Moderna de Europa en el Magdalen College de la Universidad de Oxford- y el libro al que se refiere, y del que es autor es: « La guerra alemana . Una nación en armas ( 1939-1945 ) » ( Galaxia Gutenberg, 2016), el libro es el resultado de veinte años volcado en el tema: con anterioridad centró su mirada en la experiencia de los niños, ahora le toca el turno a los adultos.

Frecuentemente, desde mediados de los años cincuenta, se ha impuesto una tendencia explicativa que caía en el victimismo, al poner el acento en los bombardeos que las fuerzas aéreas británicas y estadounidenses efectuaron sobre poblaciones , el caso de Dresde es paradigmático, siendo principalmente mujeres y niños quienes padecieron tales ataques; esto conducía a considerar que se había dado un “ holocausto de las bombas” que era comparable al llevado a cabo por el nacionalsocialismo en su empresa genocida; como ramificación de esta óptica se ha elogiado a los soldados de la Wehrmacht, colocando los desmanes en un reducido número de las SS… esta distinción ha quedado desenmascarada por diferentes investigaciones y exposiciones que han desvelado las tropelías asesinas que sin cuento efectuaba el glorioso ejército alemán en sus terroríficos avances… Tal postura , hoy en día, parece que solamente la sigue manteniendo la derecha extrema En el otro polo estarían las interpretaciones que ponían el acento en el carácter de verdugos que jugaron los ciudadanos alemanes. El profesor oxfordiano sitúa su objetivo en tratar de explicar cómo , y en qué medida, los participantes en la guerra desatada por el führer y sus acólitos, lo hicieron obligados por las amenazas de la autoridad, o hicieron suyo el ideario racista y genocida de los dirigentes lo que les condujo a actuar con decisión hasta los últimos momentos de la guerra, manteniéndose combativos aun cuando la derrota estaba más que cantada. Decía el otro que las ideas cuando penden en las masas se convierten en una fuerza material de importancia…Fue el caso.

Con el fin de aclarar estas cuestiones Nicholas Stargardt echa mano de testimonios directos , consignados en cartas que se cruzaban los combatientes con sus familiares, novias, etc.; testimonios de gente de muy diversa filiación ideológico-política ,procedencia y profesión ( judíos, católicos, protestantes, granjeros, soldados, escritores, fotógrafas, juristas, profesores, carpinteros, tenderos, maestros o periodistas) Las sacas repletas de tal correspondencia servían a las autoridades germanas para calibrar cuál era el estado de ánimo de la tropa y de la población en general; al historiador le sirve para ir conociendo , como si de un termómetro se tratara, los cambios que se daban en las filas militares , variaciones que se iban plasmando en las diferentes misivas intercambiadas, en la que se expresaban con absoluta sinceridad, teniendo en cuenta quienes eran los destinatarios de tales. Estos cambios denotan la acomodación permanente que se deba tanto por parte de los destinados a la vanguardia bélica como a quienes pertenecían en la retaguardia. Se puede observar que, más allá de las soflamas propagandísticas del nacionalsocialismo, la ciudadanía inicialmente no mostraba ninguna simpatía popular, y resulta igualmente claro que con semejante aptitud no hubiese sido posible mantener una guerra durante seis años; así pues los materiales estudiados, y presentados, por el historiador muestran as variaciones que se fueron dando y los altibajos que dependían de las iniciales batallas triunfales de las fuerzas de combate, que acto seguido se convirtieron en clamorosas derrotas en el este europeo; derrotas que a pesar de la mentirosa propaganda nazi, iba calando en la tropa, ya que sabido es que en tales ambientes radio macuto funciona con más difusión que el más engrasado aparato de agit-prop; qué decir de los bombardeos de las ciudades alemanas, cosa que no se podía ocultar y que indudablemente convertía en víctimas, inocentes, a sus pobladores.

A la necesidad defendida de ampliar el espacio vital, y a la necesidad de preservar la pureza e higiene arias, para lo cual había que limpiar la geografía patria y el resto de la tierra europea de parásitos , que se encarnaban en los bolcheviques, los judíos, y otros indeseables. ¿ Cuándo tomaron los ciudadanos germanos conciencia de las salvajes y programadas medidas que se estaban poniendo en pie con el fin de “fabricar cadáveres”? y ¿ hasta qué punto debatieron sobre su apoyo a un régimen que estaba cometiendo atrocidades genocidas? Ha de tenerse en cuenta que ya en otoño de 1943 algunas voces ya relacionaban los bombardeos a ciudades alemanas como respuesta al trato a que están siendo sometidos los judíos. Tanto en Hamburgo como en zonas de Baviera lo que cabo de señalar era de dominio público; secretos a voces que no solo alcanzaban a las grandes urbes sino igualmente a zonas rurales y alejadas de centros urbanos. Que todo lo que los jerifaltes consideraban que eran un secreto ( los campos de la muerte y sus siniestros sistemas de matar) que ellos se llevarían a la tumba, era conocido por amplias capas de la población y la jefatura lo sabía a través de sus rígidos servicios de espionaje, y el continuo husmeo en la correspondencia. Ha de añadirse a lo dicho que algunos de los solados enviados al este, y partícipes de alguna matanzas al por mayor, llegaron a sacar fotografías que daban cumplida cuenta de la magnitud de la bestialidad con lo que a los testimonios escritos se añadían los indiscutibles testimonios gráficos.

Los archivos del SD, servicio de espionaje de las SS, han servido al autor para conocer el afán que este tenía por evitar cualquier tendencia derrotista que se diese en las filas del ejército, más que nada por temor a que la falta de confianza en la victoria arrastrase al personal a levantarse contra el régimen…de hecho sucedió todo lo contrario ya que la gente en la medida en que se mascaba la derrota cerraba filas en torno a los actos heroicos pasados y se extendían los sentimientos victimistas que venían a subrayar el dolor que surgía ante el espectáculo de ver que quienes se habían comportado con valentía y coraje en la defensa de los sacrosantos valores patrios, estuviesen a punto de morder el polvo, pasando a ser despreciados por las tropas victoriosas…El desencanto patrio se adueñaba en el seno de la ciudadanía sumiendo a ésta en un estado depresivo, que desde luego nada tenía que ver con forma alguna de rebeldía con respecto a los causantes del desaguisado, que siempre eran los otros…y no el régimen que había provocado la guerra llevando a su pueblo al matadero en los frentes de batalla y en el propio suelo germano. Estos sentimientos se balanceaban junto a otros que afeaban la traición de los jefes ( el suicidio de Adolf Hitler y alguno de sus secuaces), y que, por potra parte, mostraban una clara disposición de culpabilizarse por los crímenes cometidos y , en consecuencia, considerar justo el castigo que les fuera impuesto por los vencedores. A pesar de esta patente disparidad con el tiempo la idea dominante pasaba a ser que el mayor crimen no era el cometido con los judíos sino el haber perdido la guerra…y en ese vaivén…se fue imponiendo el silencio.

La abundancia de fotografías y los oportunos mapas de los diferentes momentos del desarrollo de la guerra, a lo que se ha de sumar la manera que reviste la narración de los estados mentales, que se reflejan en sus transformaciones, hacen que la lectura resulte fácil de seguir y amena. Nadie espere hallar un conjunto de “hazañas bélicas”, pues quien eso espere se verá defraudado a las primeras de cambio; son – reitero- los cambios del estado de ánimo que se iban desarrollando a la par que los cambios bélicos, los que ocupan las ochocientas paginas-de las cuales ciento cincuenta son dedicadas a notas y bibliografía- que se dividen en seis partes que abarcan desde los momentos de los iniciales ataques, a la política invasora, que comenzó a flojear en los límites orientales, con la sombra de la campaña de 1812, los momentos de repliegue y de los enfrentamientos que alcanzaron el corazón de Alemania…hasta la derrota final. Si – como digo- no ha lugar para el seguimiento de las batallas, esto no obsta para que se pueda conocer con exactitud las diferentes pasos y tanteos que se fueron poniendo en marcha de cara a la “solución final”: desde el genocidio de las balas hasta el uso del Zyklon B, pasando por los camiones y sus asfixiantes tubos de escape.

Un libro ejemplar y de gran interés, por su contenido y su certero enfoque, en lo que servidor alcanza; opinión que se ve confirmada por la opinión de algunas de las indiscutibles sobre el tema: « maravillosamente escrito y convincentemente argumentado, ese libro es imprescindible » – dice Saul Friedlander- y Ian Kershaw completa las alabanzas manifestando que estamos ante « una obra extraordinaria. Stargardt nos ofrece el análisis más agudo y matizado que se haya logrado hasta ahora de la motivación de los alemanes corrientes para luchar en la guerra más horrible de todos los tiempos ».

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