LA MEMORIA HISTÓRICA DE 1650 Y 1942
LA MEMORIA HISTÓRICA DE 1650 Y 1942:

Pedro Rico, ejecutado injustamene en 1942 



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Hasta aquí, todo bien. Lo que me produjo un escalofrío fue que, pasados los años, leyendo "La Guerra no acabó en el 39" de Luis Miguel Sánchez Tostado, pude ver por fin los nombres de los seis tosirianos ejecutados el 28 de octubre de 1942. Que los ejecutados en la plaza mayor de 1650 fuesen seis, ya era una coincidencia. Pero la coincidencia más sorprendente era encontrar que el nombre y apellido de Pedro Rico estaba en la lista de ejecutados de 1650 y el mismo nombre y apellido -Pedro Rico- volvía a repetirse en 1942. Lo llegué a comentar en alguna conferencia que otra sobre el asunto, nada más descubrirlo.

La historia de 1942 se la escuché a más de uno de mis mayores; ya había democracia y me lo contaban todavía con voz baja, no fuese que nos oyera alguien. Me lo contó, por ejemplo, mi vecino Cosme Moreno y sé que mi abuelo fue uno de los muchos vecinos que primero metieron en el Bar Regina, para luego llevarlos a ver los cadáveres: toda la gente que se hallaba en la plaza mayor ese día fue conducida al interior de los bares y algunos señoritos estaban en el balcón del ayuntamiento, asistiendo a la ejecución como quien va a los toros. D. Juan Montijano de la Chica fue el encargado de suministrar los últimos auxilios espirituales a los reos. Y Cosme Moreno decía que uno de aquellos antes de morir había gritado: "¡Viva el comunismo!" antes de segársele la vida: no lo sé, la verdad, pero eso fue lo que me contaron. Esa historia es sobradamente conocida en Torredonjimeno, estremece todavía que seis inocentes fuesen ejecutados. Los antecedentes de la ejecución pública de octubre de 1942 pueden encontrarse en que una partida del maquis había asesinado a D. José Calabrús, rico hacendado local. Pero se decidió dar un escarmiento a la población, haciéndole pagar a justos por pecadores, pues hay que destacar que -como todo el pueblo sabía- aquellos seis convecinos nuestros no tenían nada que ver, se dedicaban al estraperlo, sí: pero no habían matado al Calabrús.
Luis Miguel Sánchez Tostado que ha estudiado exhaustivamente esa época pone de manifiesto que la medida, además de injusta y extrema, era poco frecuente: "La pretensión de organizar un acto de represalia ejemplarizante tras el asesinato de D. José Calabrús lo prueba el hecho de ser conducidos a su pueblo natal para ser ejecutados, algo verdaderamente inusual para los recluidos en la prisión provincial, pues los condenados a pena de muerte, independientemente del municipio de su naturaleza, fueron ejecutados en el cementerio de San Eufrasio de la capital. A ello hay que sumar la ausencia del requisito legal preceptivo de confirmación o conmutación por el Jefe de Estado para que la ejecución de la sentencia a la última pena pueda llevarse a efecto." ("La Guerra no acabó en el 39. Lucha guerrillera y resistencia republicana en la provincia de Jaén -1939-1952"; la letra negrita es mía).
Seis en 1650 y seis en 1942. Y en los dos casos nos encontramos a un Pedro Rico. Si esta historia la hubiera conocido Jorge Luis Borges, ya digo, hubiera salido una de sus mágicas narraciones.
Los seis de 1942 yacen aún en el patio primero del cementerio de Torredonjimeno, en la fosa común con el Código 2308701 del Mapa de Fosas de las Víctimas de la Guerra Civil y la Posguerra de Andalucía, elaborado por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Al margen del caso de las coincidencias nominales, es justo reivindicar la memoria de todos los caídos y más todavía cuando no derramaron sangre de nadie y la suya fue derramada, truncándoles la vida a ellos y a sus familias. En aquella conferencia que pronuncié sobre el asunto para un auditorio local reclamé -y ahora nuevamente lo hago- que sería un acierto que nuestra Plaza Mayor tuviera una lápida en memoria de los seis de 1650 y de los seis de 1942.
Perdonar, corresponde a las víctimas, es un derecho inalienable de ellas. Pero una comunidad no puede permitirse el lujo de olvidar a sus vecinos, caídos por el aparato represor de los poderes.