¿Franco solo fusiló a 23.000 personas? (I)
Ángel Viñas
Desde 1936 hasta, digamos, el comienzo de los años cincuenta se registra el período más sombrío de la historia de España. Como ya señaló el inolvidable Fernando Fernán Gómez (“Las bicicletas son para el verano”) no llegó la paz, sino la VICTORIA. Sin paliativos. Guerra y  victoria se vieron acompañadas por una áspera, duradera e implacable represión. El señor vicepresidente de la FNFF minimiza, sin embargo, los resultados de la larga y persistente investigación sobre el terror en la guerra y la posgguerra que constituye, precisamente, el capítulo más vibrante de la actual historiografía española y uno de los mejor estudiados por innumerables historiadores españoles y extranjeros.

Tal minimización se vislumbra en las siguientes palabras, inmortalizadas en Internet:


“El Régimen no fusilaba por capricho. A diferencia del otro régimen que se dice democrático, tenía unos consejos de guerra. Fusiló infinitamente menos que fusilaron en Italia, Francia o Alemania. España vivió el genocidio de la izquierda en esos tres años. No sólo en Paracuellos. El que gana, desde el 1 de octubre del 36 hasta el 75, no fusila a nadie que no sea en un consejo de guerra, un tribunal excepcional, igual que es ahora la Audiencia Nacional (…) De las 36.000 condenas a muerte sólo se fusila a 23.000, y es una cifra, entre comillas y salvando las distancias, ridícula comparando con lo que pasó en Italia, Francia o cualquier país afín al Eje”

Es del todo comprensible que en una entrevista de periódico se mezclen churras con merinas. Pero en el párrafo precedente se yuxtapone toda una serie de temas muy amplios y sin el menor orden ni concierto. Analíticamente hay que: a) distinguir los fusilamientos en la guerra civil y en la posguerra; b) identificar, al menos, algún criterio para comparar con otras realidades y c) no decir inexactitudes clamorosas (por ejemplo, en territorio gubernamental durante la guerra civil subsistió, bien que mal, una justicia reglada que fue poco a poco ampliándose y, desde luego, hubo consejos de guerra).

En este post abordaré exclusivamente el aspecto comparativo. Es decir, el aludido en la última línea y media de la entrevista. En otros sucesivos, trataré algunos temas de los varios que suscitan las anteriores declaraciones que, en mi modestísima opinión, habría que esculpir al láser.

El señor vicepresidente parece pasar por alto (o ignorar) que el caso español presenta diferencias cuantitativas y cualitativas importantes con los dos únicos, el francés y el italiano, a que alude. Como son evidentes, el que lo haga tan tranquilamente puede deberse a motivos varios sobre los que no me entretendré en especular. Sus lectores lo habrán hecho. Servidor se limitará a recoger algunas de tales diferencias. Hay que señalar que otros países aliados del Eje fueron Bulgaria, Hungría y Rumania, cada uno también con sus características especiales, y los dos “Estados” reconocidos únicamente por la coalición nazi-fascista, la Eslovaquia del clérigo católico (con la Iglesia hemos topado) monseñor Tiso y el croata, al frente del cual tronó un asesino patológico, el poglavnik Ante Pavelic que -lo que son las cosas- falleció en Madrid en 1959.

Entre Francia, Italia y Yugoslavia hay, ciertamente, similitudes. En los tres casos coincidieron una guerra externa e interna, ambas abiertas aunque en momentos diferentes del tiempo y consideradas como tales por la comunidad internacional, combatiente y no combatiente.  En el primer caso en 1939, en el segundo en 1943 y en el tercero en 1941. La guerra externa fue impuesta por el nazifascismo. La interna se dirimió entre colaboradores y tropas y sicarios fieles a los regímenes de Hitler, Mussolini, Pétain y Pavelic contra los movimientos de resistencia internos, apoyados en mayor o menor medida desde el exterior. En el italiano desde que el mariscal Badoglio operó el giro estratégico a favor de los aliados. En el yugoslavo los fascistas croatas tuvieron que enfrentarse a los movimientos titista y al monárquico, a su vez peleados a muerte entre sí. En todos ellos la situación fue infinitamente más compleja que en el español. Dejo de lado, naturalmente, los países ocupados en los que la resistencia interior no tuvo caracteres como en los anteriores, es decir, Luxemburgo, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Noruega, Albania, Checoslovaquia y Polonia. [No se me olvidan los casos, contrapuestos, de Finlandia y Grecia pero no los tomo en consideración aquí].

Ni que decir tiene que en los tres países que comparo (la razón por la que introduzco Yugoslavia aparecerá más adelante) los debates sobre las cifras de mortalidad y, en general, de la violencia política en conexión con unas guerras al lado de las cuales la española se queda chiquita han sido muy intensos. Existen, afortunadamente, obras comparativas entre las cuales la de Mark Mazower es referencia obligada. Las poblaciones de los tres países ascendían a finales de 1939 a 41,7 millones para Francia, 44,4 para Italia y 15,7 para Yugoslavia. En España podríamos hablar de unos 24 millones antes del estallido de la guerra civil.

Si, para el caso francés, se acude al grueso estudio-síntesis de Bourdrel, que tengo a mano, la depuración a las bravas (ejecuciones sumarias) parece haber oscilado entre 10.000 y 15.000 (colaboradores, gente de Vichy, ajustes de cuentas, etc.).  A ellas habría que añadir las condenas a muerte por tribunales debidamente constituidos. Ascendieron a 7037 y tan solo 791 se llevaron a cabo[1]. Observamos que están muy por debajo de los 23.000 fusilamientos derivados de consejos de guerra a que alude el señor vicepresidente de la FNFF.

Para el caso de Italia, que confieso tener peor estudiado, he de recurrir a la síntesis de Woller. No encuentro en mi desbaratada biblioteca otra más reciente. Con mayor imprecisión este autor cifra el número de víctimas por arreglos de cuentas en la guerra civil italiana contra el fascismo (1943-1945) entre 10.000 y 15.000. Añade que en los años 1945-1946 se pronunciaron entre 500 y 1.000 condenas a muerte, pero en los procesos de revisión se rebajaron drásticamente. A finales de 1945, por ejemplo, solo se habían ejecutado entre 40 y 50. De aquí el concepto de epurazione mancata[2]. También cabe aplicar la misma reflexión que en el caso anterior. Tengo la impresión que el señor vicepresidente de la FNFF no anda muy acertado al caracterizar la cifra de 23000 fusilamientos españoles de ridícula.

El caso yugoslavo fue, por el contrario, de una violencia extraordinaria, tanto en el número de víctimas de la violencia durante la segunda guerra mundial como en la posguerra, con el ajuste de cuentas que impuso el régimen de Tito. Mazower, por ejemplo, señala que pudo llegar a 60000 pero otros autores indican cifras mayores. A lo mejor, pues, con quien hay que comparar a Franco es con el dictador yugoslavo, algo que no he visto demasiado enfatizado. Ciertamente no cabe hacerlo con el caso húngaro en el que en los primeros tiempos de venganza, hasta agosto de 1945, de un total de 3893 condenas judiciales solo hubo 64 a la pena capital. Las cifras aumentaron posteriormente. Según datos oficiales al 1º de marzo de 1948 las condenas a muerte habían ascendido a 322, de las cuales se habían cumplido 146[3].

Es, naturalmente, muy probable que los especialistas discutan sobre las cifras mencionadas aquí a título de meros ejemplos. No creo que sea preciso profundizar en el tema. Los casos francés, italiano y húngaro  ponen de manifiesto que, a pesar de que sus regímenes hundieron a sus ciudadanos en el abismo de dos guerras, externa e interna, y en un abismo muchísimo más letal que el español, la represión en muertes fue muy por detrás de la minimizada que tuvo lugar bajo la batuta de Franco. ¿Por qué será?

(Continuará)

[1] Philippe Bourdrel, L´épuration sauvage, París, Perrin, 2008, pp. 649 y 655. Tiene importancia destacar la pequeña suma de ejecuciones. Es obvio que los vencedores, empezando por De Gaulle, fueron mucho más magnánimos que el inmarcesible Caudillo.

[2] Hans Woller, “Ausgebliebene Säuberung”? Die Abrechnung mit dem Faschismus in Italien, en Klaus-Dietmar Henke y Hans Woller (eds.), Politische Säuberung in Europa, Munich, DTV, 1991, pp. 183s y 188.

[3] Laszlo Karsai, The People´s Courts and Revolutionary Justice in Hungary, 1945-46, en Istvan Deak, Jan T. Gross y Tony Judt (eds.), The Politics of Retribution in Europe. World War II and Its Aftermath, Princeton, Princeton University Press, 2000, pp. 237 y 246. Para las cifras hasta 1948 me he basado en Margit Szöllösi-Janze, “Pfeilkreuzler”, Landesverräter und andere Volksfeinde. Generalabrechnung in Ungarn, en Henke/Woller.

Fuente de la noticia, ver más sobre esta información aquí: angelvinas.es