El hombre en busca de sentido (II)
Fuente: El hombre en busca de sentido (II):

Edición de la obra comentada
Empezaremos el año terminando lo iniciado hace un mes: El minucioso y profundísimo relato que nos brindó el profesor Frankl sobre su privación de libertad, a manos de los nazis. Si no se aprende del sufrimiento de otros no tiene sentido recordarlo. En lo más íntimo de nuestro ser, los minutos que dediquemos a la lectura de las siguientes líneas, algo tiene que vibrar.
Por imposible que parezca, Frankl y algunos de sus compañeros, encontraron momentos para el buen humor, para mantener la llama de la esperanza viva. Se bromeaba con el momento de la liberación y la posterior vuelta al trabajo o de la manera que comerían una vez llegados a sus casas. Otro de los aspectos que más alegraron a los presos (incluidos nuestro narrador) fue el traslado de Auschwitz a un campo filial de Dachau. El motivo del “júbilo” no fue otro que llegar a un campo donde no había chimeneas, es decir, sin cámaras de gas ni hornos crematorios.
Viktor E. Frankl
Viktor E. Frankl
Hacia la mitad de la obra, Frankl empieza a elaborar muchas preguntas, condensadas en poco espacio. Todas ellas quieren rematar la tarea realizada en las páginas anteriores sobre las reacciones mentales que sufren los internos en un campo de concentración.
¿No hay libertad espiritual con respecto a la conducta ya a la reacción ante un entorno dado? ¿Es cierta la teoría que nos enseña que el hombre no es más que el producto de muchos factores ambientales condicionantes, sean de naturaleza biológica, psicológica o sociológica? ¿El hombre es sólo un producto accidental de dichos factores? Y, lo que es más importante, ¿las reacciones de los prisioneros ante el mundo singular de un campo de concentración, son una prueba de que el hombre puede escapar a la influencia de lo que le rodea? ¿Es que frente a tales circunstancias no tiene posibilidad de elección?
 Mediante su experiencia, el autor responde a sus preguntas: el hombre siempre contiene un último reducto de libertad, en lo más profundo de su ser. A pesar de que el momento que deba afrontar sea espantoso, degradante y descorazonador, el hombre sigue siendo hombre y su capacidad mental y espiritual continuaba integra. Frankl testimonió su teoría con las personas que daban la vida por otras, las que compartían y repartían la comida, las que consolaban, las que servían a otros… En un campo de concentración no se podían escribir grandes obras literarias, ni dibujar cuadros excelentes, pero llevar una existencia penosa es vivir. Guste o no, es otro episodio de la vida. Es afrontar el momento, igual que saber morir cuando ya queda poco para la hora de expirar. La manera de cargar con las penalidades es la forma de vivir más acorde con la realidad. El hombre que se enfrenta a su destino es el que vive la vida en sentido profundo. Cuando la mente y el espíritu de los hombres flaqueaba, el campo de concentración los absorbía.
Entrar en un campo de concentración supuso la muerte en vida, pero Frankl lo tilda simplemente así: el mayor de los desafíos de su vida. Encerrarse en la anterior vida significaba no dar sentido al presente, es decir, a cerrar los ojos a la realidad. Significaba morir.
Entre las navidades de 1944 y el primero de enero de 1945 las muertes se dispararon. Frankl habló de ello con el médico jefe del campo. Podrían pensar en tifus, trabajo excesivo, menos ración de alimentos o incluso una bajada demasiado drástica de la temperatura. La conclusión de nuestro autor es otra muy diferente: todos los fallecidos depositaron (muy equivocadamente) una gran dosis de esperanza en su liberación. Una liberación que debía llegar para antes de acabar 1944, es decir para las fiestas de Navidad.
Edición de la obra comentada
Edición de la obra comentada
La errónea meta los mató. Sus fuerzas terminaron al tener unas ansias que no pudieron satisfacer. “Perdieron la fe” escribe Frankl. Las palabras de Nietzsche de la anterior entrada se sobrevuelan la narración constantemente. No estar capacitado para dar respuesta al momento (estar recluso en un campo de concentración) fue la mortaja.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues ésa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que, incluso sufriendo, él es único y está solo en el universo. Nadie puede redimirle de su sufrimiento ni sufrir en su lugar. Su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga.
Las palabras del poeta Rilke “wie viel ist aufzuleiden” son recogidas por Frankl. “¡Por cuánto sufrimiento hay que pasar!” significa que se debe trabajar en el sufrimiento, no se debe amedrentar el hombre ante ningún obstáculo, pero mucho menos debe desfallecer cuando se encuentra en el interior del obstáculo. El objetivo de la supervivencia era reconocer la impresionante responsabilidad del ser humano ante su vida misma. El “cómo” de Nietzsche era el objetivo a superar para llegar al “porqué”, a la esencia vital.
¿El momento de la liberación venía acompañado de alegría? Para nada. Los presos salieron de su jaula, pero deberían reconciliarse con el mundo, deberían volver a descubrir el significado de la palabra libertad. Muchos reclusos estuvieron días a poder hablar, igualmente pasaron muchas horas hasta que comprendieron la realidad. Como dice nuestro autor: “Fui avanzando, paso a paso, hasta volverme de nuevo un ser humano”.
¡El próximo mes terminaremos el tema con una indagación sobre la logoterapia!
Más información | FRANKL, V.E, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona, 1979