Ejecutan a Serrallonga, figura emblemática del bandolerismo catalán
Ejecutan a Serrallonga, figura emblemática del bandolerismo catalán:

Tal día como hoy del año 1634, hace 383 años, ejecutaban a Joan Sala i Ferrer –alias Serrallonga–. Detenido dos meses antes –el 31 de octubre de 1633– en Santa Coloma de Farners (la Selva), por los soldados del virrey Cardona, fue trasladado a Barcelona y recluido y torturado en la prisión de la plaza del Àngel –situada en el cruce de las actuales calles de Jaume I y Via Laietana–. Juzgado sin garantías procesales de ningún tipo, fue irremisiblemente condenado a muerte. La madrugada de la ejecución fue conducido dentro de una jaula al cadalso de la horca –en la plaza del Rei–. Lo azotaron hasta quitarle la piel y le amputaron las orejas. Lo colgaron y descuartizaron su cadáver, y sus restos quedaron expuestos en las principales puertas de acceso a la ciudad.

Joan Sala, Serrallonga; Pere Roca, Rocaguinarda, y Gabriel Torrent, Trucafort, son los iconos del bandolerismo catalán de 1600. Hombres con una gran capacidad de liderazgo que sobresalieron en un contexto de violencia y pillaje que ocultaba una verdadera guerra civil. Pequeños ejércitos al servicio de intereses particulares que alimentaban el conflicto endémico entre nyerros –las clases aristocráticas rurales, arruinadas por el cambio de sistema económico– y cadells –las clases mercantiles urbanas, que ensayaban formas precapitalistas–. Sala y Torrent lideraron grupos que trabajaban por los cadells. Murieron en la horca. Y Roca fue el paladín del bandolerismo nyerro. Se benefició de una amnistía y fue integrado –como capitán de los tercios de Castilla– en el aparato militar hispánico en Nápoles.

La historiografía romántica catalana –que surge con el Renacimiento cultural del siglo XIX– otorgó a estos personajes la categoría de mitos. Pero el cierto es que solo contribuyeron a alimentar la espiral de violencia que azotaba el país. Su auténtica trayectoria no tiene ninguna relación con el mito de Robin Hood. En cambio, eran especialmente venerados por un sector importante de la sociedad catalana de la época porque representaban una forma de hacer de justicia ante los abusos señoriales. Serrallonga –que en su plenitud capitaneó a un grupo de 400 bandoleros– asaltó masías ricas, castillos nobiliarios y convoyes de moneda del fisco hispánico. También se enfrentó, exitosamente, con los soldados –catalanes y castellanos– del virrey. Pero los beneficios no los repartió nunca entre los pobres.


Conjuntos originales: